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jueves, 24 de febrero de 2011


Yo le tengo miedo a los histericos, a los que exageran el peligro a los que hacen correr la desinformacion, a los que llevan tapabocas y miran con desconfianza y aires de superioridad y tambien a los que llevan con el temor palpitante en la mirada.
Tengo miedo a los gobiernos con sus planes de contingencia que cierran fronteras y ponen a extranjeros en cuarentena. Le tengo miedo a la pandemia de la paranoia que enriquece a los farmaceuticos y hacen que la gente se esconda en sus casas y cesen las tertulias, las risas, las cortecias. Me aterroriza la escaces de solidaridad y por eso voy a tener mucho cuidado con los cerdos, esos que van por ahi muy bien vestidos hablando desde pulpitos para despedir trabajadores y prometer seguridad, salud, bienestar, desarrollo y bla bla bla. Pero no voy a usar mascarilla, necesito sonreir y ver sonrisas, que me abracen y me estrechen la mano, que me besen y me besen mucho para que se me vaya este espanto. Sentada al final del transantiago ver las caras de las personas, agrietadas por estres, cansancio, quien mas indiferente que el otro... es eso lo que queremos? Yo no, mi cabeza no coincibe entender aquellas reacciones, pero solo una risita me hizo pensar que aun ahi personas que creen en algo mejor en un buen pasar.
O quizas son sueños es por eso que cada vez que subo a un Transantigo he de recordar aquella risa de una pequeña la cual me miraba como escribia con unos ojos brillantes enormes y precioso.

jueves, 3 de febrero de 2011

El origen del amor.


El origen del amor según Platón y mi propia interpretación. Es un relato que se encuentra en los “Diálogos de Platón” en la parte de Simposio, El Banquete, es parte de la mitología griega.

El relato dice que hace mucho tiempo la naturaleza humana era muy diferente de la actual, ya que existían tres sexos: el masculino, el femenino y el andrógino, que era parte de masculino y parte de femenino. Dice que la figura del hombre era redonda y que tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos rostros en cada lado de una cabeza y que cuando caminaban lo hacían apoyándose en sus ocho miembros y lo hacían con un movimiento circular. Los tres sexos se debían a que el macho descendía del sol, la hembra de la tierra, y el andrógino de la luna que participa de ambos.

Los cuerpos eran vigorosos y robustos, por eso se sublevaron contra los dioses, escalaron al cielo y combatieron con ellos.

Zeus y los demás dioses trataron de arreglar la situación, pero no querían fulminarlos como habían hecho con los gigantes, por que los hombres les rendían tributos, pero tampoco podían quedar sin castigo.

Así que Zeus decidió que lo mejor sería disminuir sus fuerzas, y lo mejor era separarlos en dos, para que marcharan sobre dos piernas y aumentar su número, pero con la condición de que si volvían a ofender a los dioses tendrían que se partidos de nuevos y ser obligados a marchar sobre un solo pie.

Mandó a Apolo para que curara sus heridas y les colocara el rostro del lado de la separación para que no olvidaran su castigo, reunió los cortes de la piel y los cosió sobre el vientre, formando el ombligo y pulió los pliegues.

Luego de esta separación cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de la que había sido separada, y cuando se encontraban, se abrazaban y morían de hambre, por no querer separarse de su mitad. Zeus se compadeció de ellos y les puso sus órganos donde los tiene ahora, para hacer la concepción mediante la unión del varón y la hembra, por que antes engendraban por medio de la tierra.

Desde entonces todos los hombre estamos destinados a andar en busca de la mitad que perdimos, y los que provienen del andrógino, buscan su complemento hombre o mujer según sea el caso, los que proviene de la mujer, buscan su mitad del mismo sexo, al igual como los que provienen del hombre, buscan su mismo sexo.

Por eso cuando encuentras el objeto de tu amor, sientes una sensación de plenitud que hace que no te quieras separar de él ni un instante.